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19/12/19

Es hora de actuar



Cuando se habla de cambio climático a menudo se omite la génesis de la terminología usada para referirse a este fenómeno medioambiental.
Deberíamos ser conscientes de que lo que empezó siendo conocido por calentamiento global evolucionó en cambio climático para pasar después a denominarse emergencia climática y, actualmente, derivar en emergencia planetaria, tal es la gravedad de la situación planteada.

Efectivamente la especie humana se enfrenta a una situación de emergencia que puede condicionar seriamente la continuidad de su presencia en el planeta.

Es cada vez más evidente que el modelo económico establecido en la mayoría de los países es inadecuado para luchar contra esta emergencia planetaria, provocada por la fuerte acumulación de gases efecto invernadero en la atmósfera, fundamentalmente dióxido de carbono y metano, que provocan el calentamiento global del planeta con las graves consecuencias medioambientales que los medios de comunicación social nos recuerdan todos los días.

Y es que, desde el punto de vista económico, no se puede seguir creciendo indefinidamente usando materias primas y fuentes energéticas provenientes de la quema de combustibles fósiles, cuando estamos actuando y viviendo en un planeta de recursos finitos, con un ecosistema global dependiente de la conservación de sutiles equilibrios que permiten su mantenimiento y supervivencia.

Para tratar de poner freno a este calentamiento global y comenzar a atender y remediar esta emergencia planetaria no bastan ya las medidas que a nivel individual hasta ahora se fueron, mal que bien, proponiendo y aplicando: consumo moderado y responsable, ahorro y eficiencia energética, reorientar las dinámicas de movilidad primando el transporte colectivo, uso de materiales y envases biodegradables, fomento del reciclaje y la reutilización…

No, lo que realmente puede abrir un foco de esperanza para iniciar una respuesta serie e útil para luchar contra esta emergencia planetaria es, además del mantenimiento de las medidas anteriormente reseñadas, sería plantearse un cambio de vida, una modificación en los modelos de consumo, una reorientación en la forma de relacionarnos con la naturaleza, respetando sus ciclos y ritmos. Esto implica necesariamente cambiar de modelo económico y social avanzando hacia una economía no ya circular sino del decrecimiento, fomentando relaciones sociales de cooperación y solidaridad.

Debemos detenernos, hacer un alto en nuestras vidas y reflexionar. Pensar que si queremos transmitir a las generaciones futuras un planeta habitable en el que puedan desarrollar una vida plena en armonía con la naturaleza tendremos que tomar medidas ya, aquí y ahora. Y asumir que debemos vivir con las restricciones propias de un modelo económico que permita hacer compatible la existencia de los seres humanos con los límites del planeta en el que habitan.


Decisión

Se temos en conta as previsións da maioría das enquisas e sobre todo a última do CIS de hoxe mesmo, resulta realmente sorprendente que Pode...