Este párrafo escrito por Antonio Muñoz Molina en su celebrado y premiado libro El invierno en Lisboa (Seix Barral, 1987) que a continuación paso a transcribir:
"Al tocar levantaban resplandecientes arquitecturas translúcidas que caían derribadas luego como polvo de vidrio o establecían largos espacios de serenidad que lindaban con el puro silencio y se encrespaban inadvertidamente hasta herir el oído y envolverlo en un calculado laberinto de crueldad y disonancia. Sonriendo, con los ojos entornados, como si fingieran inocencia, regresaban luego a una quietud como de palabras murmuradas. Siempre había un instante de estupor y silencio antes de que comenzaran los aplausos."
me parece un claro ejemplo de texto atrevido, sobre todo en su primera parte. Las metáforas son (resplandecientes arquitecturas translúcidas...polvo de vidrio...espacios de serenidad...laberinto de crueldad y disonancia), a la par que hermosas, arriesgadas, sobre todo si se condensan en tan breve espacio narrativo.
A mi juício nos encontramos ante un ente literario que se aproxima temerariamente al límite del abismo: o lo consideramos sublime o ridículo, propio de un esnob.
Confieso que para hacerme una idea cabal del mismo tuve que leerlo varias veces, incluso creo que muchas veces. Y como quiera que cada vez que lo hacía disfrutaba con su lectura, no aminorándose este goce con las reiteradas atenciones, concluí que, para mi constituye un texto bello y literariamente hermoso.
Ello no es óbice para que considere que si se produjesen unos mínimos cambios, mutilaciones e/o ampliaciones, podría transformarse con facilidad en uno decididamente ridículo. Así es la estrecha franja que separa lo valioso de lo prescindible.
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